Quiero que ese poema nazca muerto, Cecilia
Escrito con signos desconocidos en la inmensidad del polvo
Con figuras de animales y flores
Porque eso esto realmente me son las palabras
Ya poco me importa ser poeta
En ese país lleno de seudo dioses ásperos y egoístas
Este poema tiene el mismo nombre de su padre
Por eso debe nacer muerto
Con una corona de cruces en la garganta
Y colgado del cordón umbilical en la entrepiernas del mundo
Y a pesar de ser un cadáver
Pedirá a quien lo lea unos ojos que le den resurrección
Y unas manos que lo bauticen
Con la saliva agria de una lengua muerta
A mí no me perdonarán la traición
Y enviarán una plaga de ratas hacia donde me encuentre
Para que me arrastren nuevamente a vivir con ellas
En su río capital empequeñecido y lleno de mierda
Que es su gran metáfora y traición
Me veré tentado, Cecilia
A continuar con su gran mentira
Y aceptar el vino y los laureles que tienen
Para los que poco les importa
Dejar de creer en ellos
Pero cuando nadie me mire
Meteré mi lima de oro por mi culo
Y escribiré llorando entre bestias y hombres
Con los ojos caídos en la tentación
Por eso quiero
Que este poema nazca muerto
Pasarán los años y no cesará de hablarme
Y se reirá de mí porque yo sabía que acá está la muerte
Lo odiaré por saber como todo sucedería
Y me preguntaré:
¿Cuándo escribí con tanta pena y rabia?
Pero será tarde
Porque naciste de todos modos
Lleno de sangre y semen
De tantos cuerpos que jamás me tocaron
Será tuya mi muerte
Y al final yo latiré dentro de ti
Como un corazón sagrado y herido
Y me odiarás con delirio
Porque todo ángel debe aborrecer a su padre
Borrarás mi nombre
Y sólo dejarás un par de letras mudas
Clavadas en algún libro que leerán
Los que vaguen con sus ciudades a cuestas
Huyendo de la salvación
Fui traicionado por los profetas de mi pesebre
Y ningún ángel me dio alguna luz
Ahora mismo podría recibir la muerte y ser mi propio padre
Pero es por eso
Que quiero, Cecilia, que este poema nazca muerto.
Cecilia Podestá